—¿Se da cuenta Marina? —preguntó el médico.
—Lo siento doctor, ¿qué me decía? —contestó la rubia enfermera.
—Decía
que la gente siempre anda quejándose del pelo. Los hombres que no tienen,
quieren tenerlo; las mujeres que tienen demasiado quieren perderlo. Pero,
Marina, alguna vez ha dicho usted, por ejemplo: “estoy contenta con el pelo que
tengo”.
La
enfermera se encogió de hombros.
—Deje
que le cuente este caso —dijo el doctor mientras le entregaba un dossier y le señalaba—.
En la K. El apellido es Knopfler, como
el guitarrista.
Marina
reprimió un bostezo. El doctor comenzó a contar su historia:
El
señor Knopfler se despertó en mitad de la noche. Pese a que se había lavado los
dientes antes de ir a dormir notaba algo extraño en la boca. La sensación era que
tenía una espina clavada. Se dirigió al lavabo para mirar donde le raspaba el
paladar pero no vio nada. Se iba a volver a la cama cuando vio que no era el
paladar, sino la lengua. Pensó que era un arañazo, pero no. Era un pelo. Tenía
un pelo en mitad de la lengua. Al ir a quitárselo descubrió que no estaba sobre
la lengua, sino que salía de ella. Una vez superado el estupor busco unas
pinzas y se lo quitó. Volvió a la cama.
Unas
horas después, o tal vez minutos, se despertó entre sudores y casi
instintivamente volvió al espejo del baño. Al encender la luz descubrió que
debajo de la lengua tenía más pelos y también le habían aparecido en la parte
superior. Tras hacer un esfuerzo por mantener la calma fue sacándolos con las
pinzas uno a uno. Eran negros, fuertes y duros. Al extraerlos, muchas veces
surgía un pequeño puntito de sangre sobre la lengua. Al final, sobre el lavabo
quedaron un montón de pelos. Revisó concienzudamente su lengua en todas las
direcciones. Estaba limpia. Se volvió a cepillar los dientes y regreso a su
cama entre temblores. Apretó los ojos contra la almohada; aunque no lo creía
posible terminó por dormirse.
Knopfler
volvió a despertarse. Había tenido horribles pesadillas. Entonces recordó.
Notaba algo muy extraño dentro de la boca pero temía volver a mirarse en el
espejo.
No fue necesario, el reflejo de la ventana le
devolvió su propia imagen y su lengua totalmente cubierta de pelo. Tras esa
ventana, la luna llena brillaba.
El
doctor guardó silencio.
—¿Y bien? —preguntó Marina.
—Licantropía
lingual. Así es como se describe el síndrome —contestó el doctor.
—Ah,
el señor K. se desmayó y a la mañana siguiente su lengua era normal.
—¿Y esta historia se la contó el paciente? — Marina comenzaba a interesarse.
—No
exactamente. No me la contó. El señor Knopfler continuó con su vida pero a
medida que se acercaba la siguiente luna llena no pudo soportar la idea de
volver a experimentar esa transformación. 25 días después se cortó la lengua y
escribió su historia. Está todo ahí, en el dossier. Puede leerlo usted misma.
Marina
observó la gruesa carpeta marrón. Demasiado gruesa. Y sacó su pintauñas.
—De
acuerdo doctor, tal vez algún día… Me dijo en la K, ¿no?
@Lf .
Mayo 2012
Ya he subido mi primer relato con foto!
ResponderEliminarY he arreglado la hora para que salga la de Madrid
;P
Aleeeeeeeee que foto más descriptiva...!!! ¿A dónde la has encontrado?.
ResponderEliminarEl relato genial. Así no da lugar a dudas de que la enfermera es o no es... jeje...
Y lo de la hora, genial. Me tenía un poquito harta el ver una hora que no era de aquí.
Bs.
Genial relato y genial foto.
ResponderEliminarPor cierto, ya me contarás cómo se arregla lo de la hora, que me interesa para otro blog :)
Gracias! ... En la parte de administración del blog, en la sección de Configuración!
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