martes, 12 de junio de 2012

Los Hombres No Entienden. Alvaro




Es tarde, muy tarde. Siempre voy  tarde a nuestras citas. Sé con seguridad que cuando llegue, Rober ya estará allí.  “Un día de estos me cansaré de esperarte”, parece decirme su rostro serio. “¿Por qué llegas tan tarde?”, me preguntará.  Yo nunca le contesto. Los hombres no entienden. 

Es complicado. No sólo es la diferencia de edad.  Es la diferencia real. Él piensa que son siete, pero no. Son doce. Aquel día que me preguntó mentí  instintivamente. Nunca me había quitado tantos, pensé que me miraría raro o repetiría el número. Sin embargo, lo aceptó sin problemas y entonces me sentí orgullosa. Ahora, antes de salir, hay que vigilar las patas de gallo, las arrugas del entrecejo, las marcas en  las comisuras de los labios. Cada cual tiene su crema, cada cual con su ritual.

Luego en el vestuario siempre falta algo. Siempre en el último momento, justo  antes de salir, la lucha de clases. La ropa de estar por casa contra la de salir. La cómoda contra la elegante. Todo existe en las dos versiones: braguitas, medias, sujetadores, faldas, zapatos,...  Es complicado que, al prepararse,  no se produzca algún error. No mezcles unas con otras. Las mezclas son trágicas.

Los últimos retoques  antes de salir frente al espejo son para ellos. Una nunca sabe cómo puede moverse un implante. Mi cirujano me dice que es una preocupación absurda. Pero yo necesito tocarlas. Ver que están ahí perfectamente alineadas. En el escote,  ni demasiado altas ni bajas. Y desde que añadí los refuerzos en los glúteos  hay que darse la vuelta, mirarse y hacer el mismo ejercicio. Delante y atrás, me siento más equilibrada ahora.

Cuando ya sales de casa y ves  tu reflejo en  el escaparate detectas unas ojeras que se te habían pasado por alto. Claro, es lo que tiene la falta de sueño. Si tu jefe quiere verte en mitad de la noche es difícil negarse. Sobre todo cuando has pasado de ser  secretaria al equipo de ventas y estás a punto de ser la responsable de zona. Todo en menos de dos años. En el baño de la cafetería del barrio me aplico el corrector de ojeras. Menos mal que lo llevaba en el bolso.

El taxi me deja a unos metros del café dónde quedamos. Me despido del taxista con un guiño inocente, el pobre hombre incluso se metió por una calle prohibida  porque le pedí que me llevase tan rápido como pudiese.  Veo a Rober sentado en el banco, distraído con algún juego del móvil. Cuando me acerco, levanta la cabeza y mira su reloj. “¿Pero dónde te metes?”.  Me limito a sonreír y le beso suavemente en los labios. No, nunca le contesto. Nunca lo entendería…  Los hombres no entienden.



@Lf . Junio 2012





8 comentarios:

  1. Bueno ya que ayer hice pellas, os adelanto el relato... Espero vuestros comentarios, correcciones, etc... mejor aquí debajo para que pueda cambiarlo sobre el original!

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  2. Hola Alvaro, aún no terminé con el mío y me lanzo a ojear el tuyo... qué fuerrteeeee!!!!.

    Bueno, así, en un vistazo rápido:

    Asegurarme de... (que este allí, o estará allí... tengo dudas con el verbo).


    Les explico a mis amigas (esto lo puedes suprimir, las amigas no aparecen durante el texto).

    No sólo es (mejor que...no es sólo).


    Yo lo dejaría así: No sólo es la diferencia de edad. El piensa que son siete,pero no, son doce. Aquel día en que me preguntó (mis años), mentí mecanimente (me gusta más instintivamente, con el adverbio mecanicamente das a entender que es un personaje que miente continuamente con su edad). Estaría bien que sólo le mintiera a él (y no antes a otros), porque al conocerle le gusta demasiado o se da cuenta de que es demasiado mayor a través de él (esto es sólo una sugerencia).

    Sigo:

    Ahora, antes de salir "vigilo" "mis" patas de gallo, mis arrugas... Tengo "mi" crema (se supone, si no lo he entendido mal que el personaje habla de su problema, no de las demás mujeres que tienen los mismos problemas).

    Luego, "en" el vestuario...

    Yo pondría: Todo existe en las dos versiones: ropa, zapatos, etc. Es complicado que al "vestirse" no se produzca ningún error.

    Los últimos retoques son para ellos (solamente ellos, así es un poco expectante lo que viene a continuación, si pones ellas inmediatamente sabes que son las tetas).

    ...un implante. Mi cirujano me dice... (aquí, te pongo un punto y seguido)

    en los gluteos, "tengo que darme la vuelta" "mirarme"

    Bien, ahora opinión: El tema de D.Carlos no me dice mucho. Personalmente, me gustaría que el personaje siguiera obsesionado con su físico y que mirase sus ojeras en el taxi, por poner un ejemplo. Puede dejar caer su profesión, pero es que D.carlos es como que aquí no es protagonista. En realidad, ella es la única protagonista. Métela una ración doble de ego, de ese ego que se tiene aparentemente y juega contrastandolo con la debilidad de ella.

    Una señorita así, no puede quedar en un bar de barrio. Mejor en un café de la Gran Via.

    donde quedamos ( mejor el presente continuo, la acción se está desarrollando en ese mismo instante... donde hemos quedado).

    meterse por calles prohibidas..(vale, lo puedes mantener pero te aseguro que en la realidad ningun taxista se metería por una prohibida para que una señora llegue pronto. Eso sí, puede ir más rápido de lo normal.

    juego del movil. "Me acerco", levanta y mira (todo en presente).

    Me limito a sonreir y "le beso suavemente en los labios".


    Ay, ahora me da cargo de conciencia ponerte todo esto... Espero que no me odies mucho!!!!

    Bs.

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  3. Madre miaaaaaaa! Me debato entre el odio y el agradecimiento... a ver si me da tiempo a corregir todo!!!

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  4. Mi turno, jeje. Ya he hecho las correcciones directamente aquí abajo, tú eliges lo que quieras cambiar. Por cierto, me gustó el relato.:D

    Es tarde, muy tarde. Siempre llego tarde a nuestras citas. Es mi forma de comprobar que Rober estará allí, esperándome. “Un día de estos me cansaré de esperarte”, parece decirme su rostro serio. “¿Por qué llegas tan tarde?”, me pregunta. Yo nunca le contesto: los hombres no entienden.

    Es complicado, le explico a mis amigas. No se trata sólo de la diferencia de edad en la relación, de la diferencia real. Él piensa que son siete, pero son doce. Aquel día que me preguntó la edad mentí mecánicamente. Nunca me había quitado tantos; pensé que me preguntaría de nuevo o repetiría el número. Sin embargo, lo aceptó sin problemas y en aquel momento me sentí orgullosa
    Ahora, antes de salir, hay que vigilar las patas de gallo, las arrugas del entrecejo, las marcas de las comisura de los labios. Cada cual tiene su crema y su ritual.

    Luego el vestuario, porque siempre falta algo en el último momento, justo antes de salir. La lucha de clases. La ropa de estar por casa contra la de salir. La cómoda contra la elegante. Braguitas, medias, sujetadores, faldas, zapatos. Todo existe en las dos versiones y es complicado que, al prepararse, no se produzca algún error. No mezcles unas con otras. Las mezclas son trágicas.

    Los últimos retoques antes de salir frente al espejo son para ellas y ellos. Una nunca sabe cómo puede moverse un implante. Mi cirujano me dice que es una preocupación absurda. Pero yo necesito tocarlas. Ver que están ahí, perfectamente alineadas. En el escote, ni demasiado altas ni bajas. Y desde que añadí los refuerzos en los glúteos hay que darse la vuelta, mirarse y hacer el mismo ejercicio. Delante y atrás, me siento más equilibrada ahora.

    Cuando ya salgo de casa veo mi reflejo en el escaparate de la cafetería del barrio. ¿Y esas ojeras? Claro, es lo que tiene dormir cuatro horas. No debí dejar que Don Carlos me visitara a esas horas. Además ya ni me atrae. Pero me ha ayudado mucho. No muchas secretarias pasan al equipo de ventas y están a punto de ser responsables de zona. Y todo en menos de dos años. No puedo negar que le debo mucho. En el baño de la cafetería me aplico el corrector de ojeras. Menos mal que lo llevaba en el bolso.

    El taxi me deja a unos metros del bar donde quedamos. Me despido del taxista con un guiño inocente, el pobre hombre incluso se ha metido por varias calles prohibidas porque le pedí que me llevase tan rápido como pudiese. Veo a Rober sentado en el banco, distraído con algún juego del móvil. Cuando me acerco, levanta la cabeza y mira su reloj. “¿Pero dónde te metes?”. Yo me limito a sonreír y a besarle suavemente en los labios. No, nunca le contesto, porque no lo entendería. Los hombres no entienden.

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  5. Por fin, versión definitiva (?). Gracias por la mega-corrección, he hecho un mix entre tod@s jajaja

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  6. Genial, Alvaro. Ahora me parece perfecto. Y además, mola.

    Lo único que te has dejado por ahí esta frase que creo que es porque no te has dado cuenta:

    ves tu reflejo en la el escaparate detectas

    Gracias por tu paciencia con las correcciones.

    Esta tarde puede que empiece a colgar ya los que tengo atrasados.

    Un besito, y que pases un buen día!

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