lunes, 4 de junio de 2012

El gordo. Minea.


Es gordo. Muy gordo. Los pantalones le aprietan y suda como un cerdo y seguramente él mismo, se siente sucio y depravado. Me he despertado en una habitación que no conozco.
Lo único que recuerdo es que la cama crujía cuando él se daba la vuelta  y no le importaba que yo durmiera en un rinconcito, desnuda y sin almohada. He despertado a su lado, confundida y desorientada. El vestido, las medias y la ropa interior estaban en el suelo, sólo tenía puestos los zapatos. Los consoladores descansaban en la mesilla y el tubo de lubricante aún estaba abierto. El gordo ha mancillado y usado mi cuerpo. 
No puedo moverme, estoy paralizada. Desde que se ha levantado, come sin cesar. Este hombre busca una compañera. Lo sé porque esta mañana observé desde mi posición estática, cómo se conectaba al ordenador. No ha puesto una foto de perfil en Facebook, ni en Tuenti, ni en Badoo. Estoy segura de que ni siquiera él puede soportar su propia imagen. Además de gordo es feo, tiene los ojos pequeños, la nariz grande y carnosa  y no tiene cuello. Ha entrado en second-life y maneja  las teclas del ordenador como si fuera un verdadero profesional, mientras acumula latas de cerveza en la papelera. Su avatar es alto, delgado y musculoso, es decir,  todo aquello que él quisiera ser y no es.
Yo no soy gorda y supongo que le gusto. Quizás por eso, me trajo hasta aquí. Desde que he sido consciente, sólo me ha dicho palabras bonitas mientras andaba con dificultad por la  habitación, arrastrando su peso y sus tobillos redondos. Ha prometido comprarme un conjunto de lencería nuevo y un top con escote pronunciado. Sonreía cuando me hablaba.  Yo no puedo responderle, ni siquiera tengo voz. Estoy aprisionada en esta cama, sometida por completo a su voluntad.
Antes de llegar aquí, ya le había visto varias veces. Se quedaba mirándome tras el escaparate de la tienda durante horas, con sus ojos minúsculos y turbios y con su enorme abdomen pegado al cristal. Así, un día tras otro, hasta que llegó el mes de enero y traspasó las puertas del local. Cuando entró, se dirigió torpemente hacia mí y sin titubeo alguno palpó mis nalgas y tocó mis pechos con obscenidad. Si hubiera podido moverme habría salido corriendo o habría estirado los bracitos pidiendo ayuda o, simplemente,  no habría dejado que me considerase un propósito, un fin, una meta o un objetivo.
Me he despertado en una habitación que no conozco, en una cama sucia y mal oliente. Jamás estaré en uno de los lugares principales de la casa. Estoy destinada a tragar polvo, frío y soledad. Y todo por un mísero precio. El gordo jugará conmigo, me maltratará y me ultrajará hasta que se canse o hasta que me rompa las costuras. Y no sé por qué me extraña si ya lo decían los dependientes del comercio, que en tiempos de crisis y en rebajas una muñeca de látex puede caer en manos de cualquiera. 

Minea.



8 comentarios:

  1. Te he corregido Tuenti y te los he puesto con Mayusculas!

    ResponderEliminar
  2. Graciassssssssssss, no había caído en ello.

    Bs.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, bueno, este es un relato de ésos que te provocan repulsa, asco, etc. y me parece muy buen ejercicio, atrevido, para practicar. Reconozco que intuí demasiado pronto la particularidad de la protagonista, algo que debería disimularse más porque es un buen impacto final. Bien, bien, Minea :D

    ResponderEliminar
  4. Bueno,los compañeros que lo leyeron (en clase, con Val) no adivinaron así como así que le prota era una muñeca, ¿Tendrá algo que ver la foto?.
    De todas formas, este relato le colgué porque le dí por terminado en su día. Jejej, da asquito, es verdad...
    Bs, guapa.

    ResponderEliminar
  5. Uy, pues no, no fue por la foto, pero es distinto leerlo que oírlo, te concentras mejor en el texto, por eso lo adiviné ;)
    besines

    ResponderEliminar
  6. Muy bueno Minea, sin peros. Una idea atrevida, y perfectamente conducida hasta el inesperado final. De todas formas como se trata de aportar algo, en mi opinión ganaría con una poda racional, cuanto más corto sin perjudicar el resultado mejor.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Hay, Scila, no te haces una idea de la ilusión que me hace verte por aqui. Bienvenido, bienvenido amigo. Espero que estes bien, y mira, por aquí andamos, siguiendo escribiendo, dándole al teclado. Cualquier opinión tuya será muy aceptado, que para eso eres el maestro.

    ¿Dónde podría acortarlo para que quedase mejor?... No sé, en su día ya lo corté bastante, era más largo. Y dí por terminado este relato. Pero, ya se sabe que nunca terminas de corregir un escrito.

    Te mando un beso, me gusta que estes por aqui, y si quieres participar con nosotros, te abro el blog. A mis amigos seguro que no les importara, es más, estarán encantados de conocerte.

    Gracias, Scila.
    Isabel.

    ResponderEliminar