Vida Perra. Minea.

Hoy estoy jodido. No me han hecho caso en todo el día. Casi se les olvida sacarme a mear y darme de comer. Aún así, son unos tipos cojonudos porque, al menos, se entristecen cuando se portan mal conmigo.
Me jode, pero no me preocupa demasiado. También lo hacen con su hijo y no tienen ningún remordimiento.

Le dejan en el colegio a las nueve y lo recogen casi a la hora de cenar. Y luego, le sientan frente a la tele. Y yo me tumbo a los pies del niño, hasta que le duermen. 

Ellos viven en un sordo y constante enfrentamiento. Íntimamente, claro, porque para los demás es un gran secreto. Ella es irónica y descalificativa. Él se siente ofendido porque la otra no entiende sus necesidades. Son como dos ahogados que sacan la cabeza a la superficie en busca de oxígeno para respirar. No pueden estar juntos, pero tampoco separados.

Lo peor es cuando vienen sus amigos. Normalmente, tienen una charla insoportable que, en algunos momentos, puede parecer inteligente. Hasta que llega el silencio como un juez implacable porque es el delator de sus vidas vacías. Después vuelven a animarse con una copa en la mano y es, entonces, cuando regresan las frases ingeniosas.

Yo soy un perro y me acarician. Yo soy un perro y me dan de comer. Se ríen conmigo pero yo no puedo devolverles la sonrisa. Los perros no reimos. Defeco en la calle, suelto pelo y ladro a los desconocidos. Olfateo todo lo que se interpone en mi camino. Y me quieren. Ellos saben cómo se quiere a un perro pero no saben cómo se quiere a una persona. 

Un perro nunca tropieza con otro perro. Ellos se tropiezan entre ellos. Se llevan por delante unos a otros. No se tratan bien. Y, sin embargo, tratan bien al perro. ¿Qué coño pasa entre los humanos?, ¿es que se han vuelto locos?

Minea