Le despertaron las gotas de agua estrellándose contra el
cristal de la ventana.
Con los ojos cerrados, el hombre intentó recordar dónde
estaba. Desistió al notar una punzada en las sienes. Abrió los ojos y se
sobresaltó al notar la mirada verde de la mujer con la que compartía la cama.
—Por fin despiertas —dijo ella. Hablaba ronroneando, con
falsa pereza—: Te encontré en la calle, inconsciente. Puedes quedarte aquí
hasta que te recuperes.
El hombre asintió y se levantó en busca de la ducha. Ella sonrió
felinamente, calculando la dosis para mantener sometido a su nuevo amante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario