Rituales Casi Perfectos. Alvaro

Salieron de su escondite cuando el estruendo pasó. Tan sólo era el camión de la basura que pasaba por la avenida que daba al callejón. En pocos segundos la quietud de la noche se mezclaba con los sonidos amortiguados de los coches que circulaban por otras calles a esas horas.

—¿Y si hacemos un sufragio por su alma?

—Un su... ¿qué? —preguntó Pandora.

—Un sufragio, es como un responso, una oración. Tal vez eso es lo que nos falta en el ritual.

—¿De veras crees que va a ser tan fácil?

—No lo sé, algo habría que intentar. Algo se nos tiene que estar olvidando. El maestro…

—¡El maestro, el maestro! —interrumpió Pandora airadamente— el maestro se fue.

—Ya, pero… acuérdate. Antes de que se fuera. Cuando él me hizo volver la última vez. ¡Él sí que nos traía de vuelta bien! Que melena rubia, yo era una monada, tan rubita… Y ahora, ahora…

—Ahora eres… una buena perra —rió Pandora.

—Muy graciosa —dijo Selena. Bueno, centrémonos. ¡Ay, la pobre Victoria! Es que no han pasado ni 15 días desde la última vez que lo hicimos.

—Ya. Pobre, ¿tú pensabas que duraría tan poco? Y eso que murió por causas naturales, eh… No tuvo ningún accidente ni nada. En fin, que… has traído la sangre, ¿no?

Selena empujó un pequeño cuenco de madera.

—No veas lo que me ha costado chica. Lo de encontrar la sangre de una virgen, hoy en día, es como lo de la aguja en el pajar. Estas niñas actuales son unas golfas de cuidado.

—Ya claro, como que tú no lo eras. No tienes tú pocas ganas de volver a…

—¡Calla! ¿Qué más?… La cruz invertida, ¿la has traído?

Pandora sacó un par de palitos mal unidos.

—¿Eso? —dijo Selena.

—¡Y qué quieres que haga con estas manitas!

— Bueno, de todas formas el maestro siempre decía que lo de la cruz es pura simbología.

—Y dale con el maestro…

—¿El Cranium ovis? —Preguntó Selena.

—¿El qué?

—Hija, el cráneo del carnero. Se te ha olvidado, ¿o qué?

—¡Estoy subida sobre él! —Gritó Pandora.

—Ah, vale, pensé que era una roca blanca —suspiró aliviada.

—Bueno, dime, ¿quién dirá el conjuro esta vez?

—Ay, no sé... ¿Probamos a decirlo las dos?

—Pues a ver, peor que la última vez que lo dijiste tú… no creo que salga.

—Que agradable eres.

Selena agarró el cuenco con los dientes y derramó como pudo la sangre sobre la cruz.

—Juntemos las manos. Digamos a la vez las palabras que el maestro nos enseñó. Ten fe, lo tenemos casi todo. ¡Esta vez traeremos a Victoria de vuelta en buena forma! ¡En forma humana!

Acercaron sus garras. Muy lentamente pronunciaron cada palabra del hechizo al unísono: “furentem audacia, scelus anhelantem, pestem patriae nefarie molientem*”

Un trueno sonó, después cayó un rayo y la cruz estalló entre llamas. Se miraron expectantes. Del cielo se oyó la voz de Victoria “¡Chicaaas!”

—¡Ha vuelto! —dijo Selena.

—¡Victoria, estamos aquí! —gritó Pandora.

Selena y Pandora alzaron sus cuellos, cuando, de repente, se oyó un tremendo portazo como si fuese el eco del trueno anterior. Una enorme escoba casi las alcanza. Cada una saltó hacia un lado y corrieron en direcciones opuestas. Selena salió del callejón al galope. Pandora pudo esconderse en el desagüe de la alcantarilla más próxima. Victoria, aturdida, reemprendió el vuelo hacia el cielo.

Mientras escapaban oyeron los gritos de aquel hombre, enorme, grasiento y vestido de blanco.

—Otra vez la rata y el perro en el callejón. Y ahora va y se les junta una paloma. ¡Putos bichos!

* "Enloquecido por la audacia, anhelando el crimen, maquinaba de manera criminal la ruina de la patria"

@Lf . Junio 2012