LAS MALAS
LENGUAS
Recuerdo el día que nació César.
El pobre ya venía al mundo con el estigma de ser un niño “conveniente”. Para Yéssica
era la rúbrica de le aseguraba poder vivir del cuento por lo menos un cuarto de
siglo. Para Rafa la tapadera perfecta para sus escarceos homosexuales (se dice
que incluso pedófilos –ya sabéis cómo es la gente de lenguaraz-) extramatrimoniales
de cara a su familia. Porque lo que es Yéssica…, no sólo lo sabía; también lo
consentía. Y si me apuras, hasta lo aplaudía… Menos se tendría que abrir de
piernas para él.
Por eso el día que nació César
todos se afanaban en buscarle parecidos con su padre. Y efectivamente a su
padre se parecía. Sólo que su padre no era el que figuraba en el libro de
familia. Desde el minuto uno fue
patente que aquel moreno bebé de cíclope poco o nada tenía que ver son sus más bien rechonchos y pelirrojos progenitores. Y, a medida que pasaban los años, las quinielas (en las que el listado de gónadas masculinas era kilométrico), dieron paso a una certeza tan absoluta como silente. Hoy cumple seis y parece que ya tuviera doce. Su peso es un tema tabú en casa. Sólo sabemos que el médico le ha recomendado no caminar más de dos horas diarias por miedo a que sus tiernas caderas se malformen de soportar tamaña criatura. Su escaso y ralo pelo negro le confieren una imagen de calvo prematuro. Y como desde bebé, sobre aquella mirada estrábica ya lucía un poblado entrecejo, y la boca se le fue llenando de dientes sin orden ni concierto, no hacía falta ser un experto fisonomista para sospechar que tras tan desproporcionados rasgos, latía un retraso mental. Las malas lenguas –siempre las malas lenguas- decían que Yéssica intentó abortar de mala manera, evidentemente sin mucho éxito, en el último momento.
patente que aquel moreno bebé de cíclope poco o nada tenía que ver son sus más bien rechonchos y pelirrojos progenitores. Y, a medida que pasaban los años, las quinielas (en las que el listado de gónadas masculinas era kilométrico), dieron paso a una certeza tan absoluta como silente. Hoy cumple seis y parece que ya tuviera doce. Su peso es un tema tabú en casa. Sólo sabemos que el médico le ha recomendado no caminar más de dos horas diarias por miedo a que sus tiernas caderas se malformen de soportar tamaña criatura. Su escaso y ralo pelo negro le confieren una imagen de calvo prematuro. Y como desde bebé, sobre aquella mirada estrábica ya lucía un poblado entrecejo, y la boca se le fue llenando de dientes sin orden ni concierto, no hacía falta ser un experto fisonomista para sospechar que tras tan desproporcionados rasgos, latía un retraso mental. Las malas lenguas –siempre las malas lenguas- decían que Yéssica intentó abortar de mala manera, evidentemente sin mucho éxito, en el último momento.
- ¿Habéis visto a mi marido? –se
oye preguntar a Pepa entre el gentío-. Juraría que he venido con él. Ah, ahí
está tirado en el suelo. Cuanto más grande más ganso… ¡Mírale… cómo se lo pasa
con los hijos de los demás! En casa Héctor se tira las horas muertas mirando la
tele. ¡Pasa de Lucas que ni te imaginas! Y es venir a casa de la Yessi y
¡hala…! –mientras la oigo rezongar, me da por pensar que Pepa es quizá la única
del grupo a la que no se le da bien lo de encontrar parecidos físicos.
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