jueves, 25 de octubre de 2012

La siniestra - Rubén Chacón

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LA SINIESTRA
POR RUBÉN CHACÓN
- La propia palabra lo dice Esperancita…
>>¿cómo es posible que una simple voz provoque tanta dentera…?- rumiaba para sus adentros la niña llena de exasperación. Aquella mujer no se cansaba de repetir siempre la misma cantinela… Si al menos tuviese el dulce timbre de la última esposa de papá…
- Diestro es sinónimo de derecho, de lo correcto, de habilidoso…, -continuó incansable la mujer-, incluso a los buenos matadores de toros los llaman diestros. Por algo será ¿no Esperancita?, por algo será… ¿O es que has oído decir al señor cura alguna vez que Jesucristo nuestro redentor se siente a la izquierda de Dios todopoderoso…? No, Esperancita, no…
siempre a la derecha, siempre a la derecha. ¿Por qué te crees que en los parlamentos de todo el mundo, los políticos como dios manda se sientan en ese lado del hemiciclo…? Pues para que hasta las personas más vulgares, por pocos conocimientos que tengan, no se confundan y sepan a quién han de votar…
>> ¡Como me vuelva a gritar en el oído no voy a poder contenerme más y terminaré clavándole el lápiz en una de esas manos suyas que tanto le gusta cuidar! –se prometió a sí misma.
>> No seas tonta, que luego padre se pone hecho una furia… -le replicó su voz interior-. Y, cuando no le vemos, sabes que a veces incluso llora de pena. Seguro que él también echa de menos a mamá.
>> ¿Si? –se respondió Esperancita mentalmente-. Pues si tanto la echa de menos, ¿por qué se sigue empeñando en sustituirla…? Y, encima, con una más joven cada vez…
- Usar la mano izquierda es sinónimo de maldad, Esperancita –continuó sermoneando la mujer-. Por eso, en las escuelas, a los niños zurdos os castigan y os atan la mano mala a las sillas. Si, incluso, recibís algún que otro reglazo, no es más que para evitar que realicéis actividades importantes con esta mano, como escribir o comer... La “siniestra” se asimila como lo contrario a lo bueno. ¡Es indicio de pecado, Esperancita! Esa es la razón por la que hay que desterrar esa mala costumbre ahora que… ¡¿Pero cómo hay que decírtelo para que hagas caso?! –gritó la mujer al tiempo que le estampaba a la niña un sonoro bofetón en la mejilla-. Esperancita, hija…, es que a veces no me dejas otro remedio…
- No me llames hija… Tú no eres mi madre –gruñó la niña volcando la silla al ponerse súbitamente en pie.
>> Ahora es cuando vas a decir que padre ya debería irse buscando otra esposa, ¿verdad? –oyó que le inquiría su voz interior.

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