miércoles, 17 de septiembre de 2014

El hereje. Minea.





Me senté en la puerta esperando verte. Quería preguntarte, preguntarte por la vida, convencerme de que las personas caminan y viven y que cada uno nace y muere de manera diferente. Quería preguntarte por tu alma, quería preguntarte por tu nombre. Yo quería saber quién eres - yo soy el que soy- dijiste un día- , pero nunca te mostraste. 


Me senté sobre la nieve fría del invierno y quise que me revelaras el secreto de la vida. Me puse triste con la lluvia. Las gotas de lluvia son lágrimas más nunca supe de quién eran.

Ha pasado el tiempo y tengo frío, siento los pies helados. Soy una criatura nueva que no se limita con su propia voluntad y que va conociendo la vida. Nunca usé mi libertad para alabarte. Y me embriagué de sangre y de vino compartiendo los días con aquellos que, acaso,  también se preguntaban sin hallar respuesta.

Ahora, sé cómo soy a cada instante. Oigo latir mi corazón y conozco cuándo derramo mi tapiz más hermoso o cuándo lanzo dardos venenosos. Ya no me hace falta preguntarte, no me hace falta hablar contigo de vida, de amor, de muerte. Vivo, amo y muero. Voy construyendo poco a poco con mis manos, con mi corazón, con mi mente la luz, el amigo, la casa .

Y por todo ello, me llaman hereje. 

La memoria es una puta donde uno apenas puede reconocerse. 


Minea. 

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