Sé bienvenido,
mortal, te conduciré hasta la morada de Perséfone y allí podrás interceder por
tu causa y pedirle lo que tanto deseas.
Pero mientras llegamos, te pondré al día, ya que estos parajes han cambiado
mucho desde que Homero y Virgilio los describieran.
No temas. Hades no es un ser malvado. Fue cruel y algo
despiadado en el pasado. Tan sólo eso. Pero, también fue justo. Ahora, los años
han aplacado su ánimo, sigue gobernando el Inframundo, con mano firme, pero ya
no es tan severo como antes. Nos ha concedido las mañanas de domingo como asueto,
mientras él retoza en la cama con su esposa.
Así, pues, una vez a la semana, descanso del buitre que me
come las entrañas. Todos los condenados dejamos nuestros castigos y podemos
hablar entre nosotros. No divagamos
sobre cosas importantes, pero por lo menos, Hades nos ha permitido hacer un
poco de vida social, dejar las cadenas y estirar las piernas. De entre todos
nosotros, el que peor lo lleva es Sísifo. Él, el grande que había conseguido
burlar a Tanatos, el segundo de Hades, esta al borde de la depresión.
Esta mañana me he acercado a la entrada de su gruta y he
visto que varios condenados le observaban. Unos a la derecha, y otros a la izquierda.
De pronto, un cuerpo ha sido lanzado hacia la muchedumbre. Atlas ha aterrizado en
el suelo y se ha quedado inmóvil. Sísifo ha intentado matarle, a pesar de que
ya está muerto. Atlas aún está
desconcertado. No puede entender cómo Sísifo ha desdeñado su ayuda, pues él es
el experto en mantener el peso del mundo sobre sus manos.
El domingo anterior, Tántalo dijo a Sísifo cómo tenía que
sostener el peso para que no le doliese la espalda y mientras tanto iba
acariciando la roca y según iba tocándola ésta se iba convirtiendo en oro y su peso se incrementó al mutar su naturaleza
de piedra en un metal precioso.
Semanas anteriores, había ido Caronte. Callado y taciturno por naturaleza,
intentó coger la piedra con sus manos huesudas. Inmediatamente se quebraron y la
piedra cayó al suelo, haciendo un gran agujero. Sísifo se quedó sin un buen sitio
en donde apoyar sus pies para poder empujar la roca.
Y hace años Hércules, en su viaje a los Infiernos, se quedó
tan atónito al contemplar el castigo de Sísifo, que no pudo controlar al perro
que llevaba a su lado y el can se abalanzó sobre Sísifo mordiéndole las piernas. Si le miras bien, aún se le pueden
ver las cicatrices.
Y todo esto, por no hablar de los mortales. Pocos de ellos
han bajado al Averno. Orfeo consiguió atravesar las puertas después de dormir
al Can Cerbero con su música. Iba a rescatar a su esposa, pero se apenó tanto
al ver a Sísifo que, tocó la lira. Sólo
consiguió adormecerle y Sísifo soltó de sus manos la piedra y ésta cayó sendero
abajo hasta el borde de la laguna Estigia. Cuando Sísifo despertó, tuvo que
recorrer varios kilómetros para recogerla. Mientras Orfeo corría hacia la
salida del Averno, seguido por su esposa, Sísifo luchaba con la corriente de la
laguna para recuperar su piedra y, al
verlos, lanzó una maldición – ¡Orfeo , tu mujer se convertirá en estatua de sal
¡ – dijo - mientras el músico volteaba la cabeza al oir su nombre.
Deprimido… ¿por qué ha de estarlo? Al principio de todo,
después de muerto, también conoció el
amor. Alecto, una de las furias
encargadas de azotarle dejó el látigo a un lado para besarle. Pero, sólo logró
despertar la envidia y los celos de sus hermanas, Tisífone y Megera, que
descargaron su ira contra él y le arañaron todo el cuerpo con sus garras.
Ha pasado mucho tiempo. Tú eres otro de los pocos que han
logrado llegar hasta aquí. Sísifo tiene el rostro crispado y tensión en sus
brazos. Es demasiada la carga que soporta. Pobrecillo. Mírale. Está intentando
controlar su respiración. Atlas ya ha tenido suficiente por hoy. Y Sísifo
llora. No soporto su desesperación. Aún porto algo de fuego conmigo… mortal…
¿me ayudas a incendiar la roca para convertirla en cenizas?
Minea
No hay comentarios:
Publicar un comentario