jueves, 11 de septiembre de 2014

Sísifo desesperado. Minea





Sé bienvenido, mortal, te conduciré hasta la morada de Perséfone y allí podrás interceder por tu causa y pedirle lo  que tanto deseas. Pero mientras llegamos, te pondré al día, ya que estos parajes han cambiado mucho desde que Homero y Virgilio los describieran.


No temas. Hades no es un ser malvado. Fue cruel y algo despiadado en el pasado. Tan sólo eso. Pero, también fue justo. Ahora, los años han aplacado su ánimo, sigue gobernando el Inframundo, con mano firme, pero ya no es tan severo como antes. Nos ha concedido las mañanas de domingo como asueto, mientras él retoza en la cama con su esposa.

Así, pues, una vez a la semana, descanso del buitre que me come las entrañas. Todos los condenados dejamos nuestros castigos y podemos hablar entre nosotros.  No divagamos sobre cosas importantes, pero por lo menos, Hades nos ha permitido hacer un poco de vida social, dejar las cadenas y estirar las piernas. De entre todos nosotros, el que peor lo lleva es Sísifo. Él, el grande que había conseguido burlar a Tanatos, el segundo de Hades, esta al borde de la depresión.

Esta mañana me he acercado a la entrada de su gruta y he visto que varios condenados le observaban. Unos a la derecha, y otros a la izquierda. De pronto, un cuerpo ha sido lanzado  hacia la muchedumbre. Atlas ha aterrizado en el suelo y se ha quedado inmóvil. Sísifo ha intentado matarle, a pesar de que ya está muerto.  Atlas aún está desconcertado. No puede entender cómo Sísifo ha desdeñado su ayuda, pues él es el experto en mantener el peso del mundo sobre sus manos.

El domingo anterior, Tántalo dijo a Sísifo cómo tenía que sostener el peso para que no le doliese la espalda y mientras tanto iba acariciando la roca y según iba tocándola ésta  se iba convirtiendo en oro y  su peso se incrementó al mutar su naturaleza de piedra en un metal precioso.

Semanas anteriores, había ido  Caronte. Callado y taciturno por naturaleza, intentó coger la piedra con sus manos huesudas. Inmediatamente se quebraron y la piedra cayó al suelo, haciendo un gran agujero. Sísifo se quedó sin un buen sitio en donde apoyar sus pies para poder empujar la roca.

Y hace años Hércules, en su viaje a los Infiernos, se quedó tan atónito al contemplar el castigo de Sísifo, que no pudo controlar al perro que llevaba a su lado y el can se abalanzó sobre Sísifo mordiéndole las  piernas. Si le miras bien, aún se le pueden ver las cicatrices.

Y todo esto, por no hablar de los mortales. Pocos de ellos han bajado al Averno. Orfeo consiguió atravesar las puertas después de dormir al Can Cerbero con su música. Iba a rescatar a su esposa, pero se apenó tanto al ver a  Sísifo que, tocó la lira. Sólo consiguió adormecerle y Sísifo soltó de sus manos la piedra y ésta cayó sendero abajo hasta el borde de la laguna Estigia. Cuando Sísifo despertó, tuvo que recorrer varios kilómetros para recogerla. Mientras Orfeo corría hacia la salida del Averno, seguido por su esposa, Sísifo luchaba con la corriente de la laguna para recuperar su piedra  y, al verlos, lanzó una maldición – ¡Orfeo , tu mujer se convertirá en estatua de sal ¡ – dijo - mientras el músico volteaba la cabeza al oir su nombre.

Deprimido… ¿por qué ha de estarlo? Al principio de todo, después de muerto, también conoció el  amor.  Alecto, una de las furias encargadas de azotarle dejó el látigo a un lado para besarle. Pero, sólo logró despertar la envidia y los celos de sus hermanas, Tisífone y Megera, que descargaron su ira contra él y le arañaron todo el cuerpo con sus garras.



Ha pasado mucho tiempo. Tú eres otro de los pocos que han logrado llegar hasta aquí. Sísifo tiene el rostro crispado y tensión en sus brazos. Es demasiada la carga que soporta. Pobrecillo. Mírale. Está intentando controlar su respiración. Atlas ya ha tenido suficiente por hoy. Y Sísifo llora. No soporto su desesperación. Aún porto algo de fuego conmigo… mortal… ¿me ayudas a incendiar la roca para convertirla en cenizas? 



Minea

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