domingo, 24 de febrero de 2013

Instintos. Alvaro


Recorro con mis dedos su cuerpo empezando por la nuca. Dónde acaban los últimos rizos de  su pelo, empieza el cuello, fuerte y ancho. Ligeramente áspero; definitivamente masculino. A continuación los músculos de la zona superior de la espalda forjan dos simétricas partes ligeramente hendidas por la zona de la columna que forma el camino que sigo. Mi movimiento es tan lento que resulta imperceptible.  No tengo prisa. Es mi momento favorito. La calma.

No negaré que el sexo con Ed es estupendo. Espectacular, incluso. Son muchos los años de práctica. Pero no es sólo el puro sentir de dos cuerpos sofocados. El mutuo placer sincronizado. La explosión sensorial. No; es lo que viene después lo que más me atrajo siempre. Es la sensación de vida. De volver a empezar una vez que todo ya ha acabado.

El reflejo de la ventana me devuelve la imagen derrotada de mi amante. Al otro lado del cristal la ciudad respira y nos observa con su purpura luz. Curiosa pero tímida. Nunca se atrevería a entrar.

Cuando conocí a Edward quise mantener con él una relación entre iguales. De otra forma no funcionaría. Adopté el rol de la joven y hermosa propietaria de una galería de arte. Sin familia y sin amigos. Atrapada por la belleza y el dinero. Una maldita más. Edward también mantenía la dosis de misterio acerca de su persona. Apenas hablaba de sí mismo. Mejor así, cuanto más conocía a los hombres menos interesantes me resultaban. Tras nuestros encuentros él siempre caía en el más profundo y dulce sueño. Yo evidentemente no. Degustaba ese momento con sumo cuidado. Y llegaba a engañarme pensando que estaba siendo feliz por un instante. Luego él despertaba y se marchaba antes de que los primeros rayos de luz asomasen. Era nuestro acuerdo tácito.

Todo cambió la noche que se rompió nuestro ritual. Había aguantado sus ataques hasta llegar al éxtasis equitativo. Después, tras notar como su respiración iba recuperando la normalidad, esperé a que cayese en el sueño reparador en el que se deslizaba irremediablemente.  Pero no fue así.  Se levantó y plantando un beso en mi frente me abandono. Sin darme más explicaciones.

No me costó demasiado trabajo seguirle y observar cómo se dirigía al barrio de Queens, distinto de Brooklyn, dónde decía que vivía. Entró en una casa y rebuscó en el bolsillo de su abrigo una alianza que colocó en uno de sus dedos. En el dormitorio le esperaba una mujer y un bebé en una cuna junto a la cama. Volví a mi apartamento mientras las lágrimas de impotencia se congelaban por mi rostro y caían metros más abajo como granizo sobre algún viandante nocturno de Nueva York. Cuando llegué a mi casa decidí que no volvería a llorar más por ningún humano. Era hora de jugar con mis propias reglas.

La noche siguiente que nos encontramos Edward y yo todo empezó de acuerdo al guión que marcaba nuestros encuentros. Cuando la pasión nos hubo consumido decidí que me tocaba a mí devorar a mi amante. Clavé mis minúsculos colmillos en su robusto cuello. A fin de cuentas, todo ser humano al ser atacado por un vampiro siente un desvanecimiento no demasiado diferente al estado en que Ed caía tras el sexo.

Por primera vez probé la sangre de mi amante. Y era dulce como la recompensa por el dolor causado la noche anterior, pero también amarga, ya no podría escapar a la maldición de alimentarme de él. Cuando Edward despertó no notó nada, pensó que se habría quedado dormido. Ni esa ni las veces posteriores. Por la expresión de su cara, a veces, se mostraba desorientado, como sorprendido por haber pasado allí esas horas cuando su idea era otra. Pero no decía nada.  Yo por mi parte volví a disfrutar de mi momento.
Y ahora mientras acaricio su cuerpo vuelvo a experimentar esa profunda sensación de paz.

Como siempre camuflo mi mordedura en la zona tupida de su barba. De esa forma es difícil que se dé cuenta de aquellas pequeñas hendiduras no más grandes que la picadura de un mosquito.  Me he preguntado muchas noches que sucedería si dejase de morderle. ¿Acaso volvería a abandonarme? ¿O se quedaría descansando entre mis brazos? En cualquier caso dudo que pueda comprobarlo. Su sangre es ya demasiado adictiva para mí.  Siempre temí que llegase este momento, por eso nuestra relación fue la de dos humanos hasta esa noche en la que el instinto animal me obligó a ajustar cuentas.

¡Ah, la noche, y mi amante dormido! Su cuerpo desnudo me ha hechizado hasta el punto de perder la noción del tiempo… tampoco recuerdo cuanta sangre he bebido esta noche. ¿Cuánto llevo acariciándole y observándolo? Al ver automáticamente oscurecerse los cristales de mi lujoso apartamento en Manhattan soy consciente de que empieza a amanecer. Entonces lleva varias horas dormido. Tal vez demasiado. Y si al despertarme Edward sigue ahí, descansando a mi lado…. tal vez, también, sí, haya bebido demasiado.



@lF Febrero 2013

3 comentarios:

  1. Bien, he tardado en publicartelo, amigo, pero hay va:

    Recorro su cuerpo con mis dedos (creo que así la frase queda menos forzada)-
    Dónde.... sin acento (con acento es interrogatorio).
    Ligeramente... decididamente... quita uno de los dos "mentes" (me gustaría más quitar el segundo).
    A continuación, (va una coma).
    Yo entraría directamente y pondría como comienzo de frase "El sexo con Ed es estupendo".

    a ver, copio con las correcciones que yo le haría al segundo parrafo:

    El sexo con Ed es estupendo, espectacular.Son muchos los años de práctica. No es sólo el puro sentir de dos cuerpos sofocados ni el mutuo placer sincronizado o la explosión sensorial. No. Es lo que viene después, lo que más me atrajo siempre. Es la sensación de vida. De volver a empezar una vez que todo ya ha acabado.



    "con su luz púrpura". Curiosa, (coma)pero tímida.

    Tras nuestros encuentros, (coma) Yo, (coma) evidentemente, no.
    "llegué a engañarme" "que era feliz por un instante"

    Luego, él "se" despertaba...
    Pero, no fue así...

    ResponderEliminar
  2. Otro párrafo que te pongo ya corregido:

    No me costó demasiado trabajo seguirle al barrio de Queens, distrito de Brooklyn, dónde vivía. Entró en una casa y rebuscó en el bolsillo de su abrigo una alianza que colocó en uno de sus dedos. En el dormitorio le esperaba una mujer y un bebé en una cuna junto a la cama. Volví a mi apartamento.Las lágrimas de impotencia se congelaban por mi rostro y caían metros más abajo como granizo sobre algún viandante nocturno de Nueva York. Cuando llegué a mi casa decidí que no volvería a llorar más por ningún humano. Era hora de jugar con mis propias reglas.



    La noche siguiente que nos encontramos,todo empezó de acuerdo al guión que marcaba nuestros encuentros. Cuando la pasión nos hubo consumido decidí que me tocaba devorar a mi amante. Clavé mis minúsculos colmillos en su robusto cuello. A fin de cuentas, todo ser humano atacado por un vampiro siente un desvanecimiento, no demasiado diferente al estado en que Ed caía tras el sexo.

    ResponderEliminar
  3. Por primera vez, probé la sangre de mi amante. Y era dulce como "una" recompensa por el dolor causado la noche anterior, pero también amarga. Ya no podría escapar a la maldición de alimentarme de él. Cuando Edward despertó no notó nada, pensó que se habría quedado dormido. Ni esa ni las veces posteriores. Por la expresión de su cara, a veces, se mostraba desorientado, como sorprendido por haber pasado allí esas horas cuando su idea era otra. Pero, no decía nada. Yo por mi parte volví a disfrutar de mi (mis?) momento.
    Y ahora mientras acaricio su cuerpo vuelvo a experimentar esa profunda sensación de paz.


    Como siempre, camuflo mi mordedura en la zona tupida de su barba. De esa forma, es difícil que se dé cuenta de aquellas pequeñas hendiduras no más grandes que la picadura de un mosquito. Me he preguntado muchas noches que sucedería si dejase de morderle. ¿Acaso volvería a abandonarme?, ¿O se quedaría descansando entre mis brazos?. En cualquier caso, dudo que pueda comprobarlo. Su sangre es ya demasiado adictiva para mí. Siempre temí que llegase este momento, por eso nuestra relación fue ("como") la de dos humanos hasta esa noche en la que el instinto animal me obligó a ajustar cuentas.



    ¡Ah, la noche, y mi amante dormido! Su cuerpo desnudo me ha hechizado hasta el punto de perder la noción del tiempo… Tampoco recuerdo cuanta sangre he bebido esta noche, ¿cuánto llevo acariciándole y observándole? Al ver automáticamente oscurecerse los cristales de mi lujoso apartamento en Manhattan soy consciente de que empieza a amanecer. Lleva varias horas dormido, tal vez demasiadas. Y si al despertarme, Edward sigue aquí, descansando a mi lado…. tal vez,sí, tal vez haya bebido demasiado.


    Bueno, te he puesto los párrafos tal y como yo los corregiría. Espero que lo entiendas, es casi más cómodo copiarlos y corregir encima. Cuando te pongo una interrogación o paréntesis es que esa palabra se podría cambiar por otra... pero tú eres el autor... Enhorabuena, Alvaro. Buen texto.

    Besos. Isa.

    ResponderEliminar