Limítense a permanecer sentado y descansen: traten de
divertirse con esto: Es el último cuento que van a escuchar (o leer) en su
vida o casi el último.
La puerta estaba cerrada con llave. Dana y Odile permanecían
inmóviles en sus respectivas sillas, frente a un papel en blanco, con un lápiz
en la mano. Las manos les temblaban y tenían los ojos llorosos. “Para mi
familia… escribía Dana… mientras que Odile no atinaba a comenzar la carta. Ambas
se cruzaban miradas furtivas, repletas
de miedo.
Limítense a escuchar las instrucciones – volvió a resonar el
altavoz en la habitación – Ustedes tienen que elegir si el cuento que van a
escuchar será el último o casi el último. Noten bien la diferencia entre estos
dos hechos: significa que una de ustedes escuchará su último relato y morirá. Quien
escuche casi su última historia, vivirá. Ambas deben de dejar su despedida
firmada antes de comenzar a jugar..
Dana era una chiquilla que no llegaba a la veintena. No
acertaba a comprender que hacía allí encerrada. Como mobiliario había dos
mesas, dos sillas, dos cuadernos y tijeras. No sabía muy bien cómo había
llegado hasta allí, perdió el conocimiento cuando recibió el golpe en la
cabeza. Cuando se despertó, Odile estaba a su lado y daba la impresión, por la
piel pálida y las ojeras en su rostro, que llevaba bastante tiempo sin ver la
luz del sol.
-
Estoy helada –dijo Dana. Tengo
frío y hambre.
-
Es así todos los días – respondió
Odile. ¡Por quejarte no te vas a sentir mejor!
-
¿Qué dices?, ¿Cuánto tiempo llevas
aquí?.
-
He perdido la cuenta. Ni siquiera
lo sé.
-
Pero, ¿cómo es posible que no
sepas cuánto tiempo hace que estas encerrada?
-
Olvídate, él no quiere que lo
sepamos…
-
¿Él? Pero, ¿quién es él?, ¿qué
quiere?
-
Sólo quiere que nos vengamos abajo.
-
Ah, no, no… ¡Pues eso no va a
funcionar! ¿Me oye? Oiga, ¿me oye? – comenzó a gritar Dana en la habitación
cerrada.
-
Sí funcionará. No nos da comida ni agua, hasta que empezamos a
pelearnos.
-
¿Y tú, como lo sabes?
-
Lo sé por que sólo una puede salir
viva.
-
Pero, ¿qué dices? ¿estas loca?
-
¡Vaya! Un imbécil nos encierra en una
habitación con órdenes de que una de las dos muera, y la loca soy yo.
-
Tengo frío, y tengo sed – volvió a
decir Dana mientras tiritaba.
Ambas se quedaron en silencio, mirándose la una a la otra,
incapaces de entender aquella situación. La voz metálica volvió a resonar en el
vacío. Hagan el favor de escribir una carta de despedida a sus familiares, o a
sus amigos, o a quien quieran. El juego comienza. Tienen que elegir quien de
las dos será la que escuché casi su último cuento.
Dana comenzó a llorar desconsoladamente. Odile la increpó.
-Mírala, quejándose, en vez de pensar en un plan.
- ¡Quiero salir de aquí! ¡Quiero salir de aquí!
- Sólo hay una forma de hacerlo – dijo Odile.
- ¡Eh, señor! ¡Venga aquí! ¡Seguro que podremos hablar! ¡Mi
familia tiene mucho dinero!
- No te molestes. No va a venir.
- ¡Ay, dios!… pensó Dana mientras reparaba en las manos de
Odile agarrando con fuerza las tijeras. Todo esto tiene muy mala pinta. Estoy muerta.
- ¡Eh, cabrón…! Así que, ¿ sólo tengo que sacrificar a esta
mujer y estaré a salvo?. ¡No se saldrá con la suya! ¡No moriremos ninguna de
las dos! ¡Saldremos de aquí! ¡Nadie va a
matar a nadie!
- Nunca más verás a tu familia – dijo Odile amenazándole con
el arma.
- ¿Y tú si? ¿Cómo lo sabes? ¿cómo sabes que te va a dejar
salir de aquí? ¿cómo sabes que no es un psicópata retorcido que le pone ver como se pelean dos
mujeres?
- Me lo prometió, Dana. Me lo prometió. A la tercera, gano
el juego. Tres puntos y estoy en la calle-
- ¿Qué? ¿Eso significa que ya has matado a dos personas? ¿Que
yo seré la tercera?
-
Oh, dios mío, nunca más veré a mi
familia, me moriré de hambre o atravesada por unas tijeras, nadie sabrá lo que
me ha pasado… Mi madre se quedará sola… tengo que hacer algo , se está
preparando para clavarme las tijeras… no, no, antes las cojo yo, no tengo
elección, he de defenderme, quiero vivir… soy capaz, realmente soy capaz…vamos…
Dana, adelante… hazlo!
Dana se lanzó contra
Odile con tanta fuerza que esta cayó sobre el suelo. Una chilló y la otra
la respondió gruñendo mientras Dana clavaba una y otra vez el arma en el
cuello de Odile. Sintió la sangre deslizarse bajo sus uñas. Dana notó cómo se
apagaba su vida. Los brazos con que intentaba defenderse, se posaron inertes en
el suelo.
Después de un largo rato, Dana se puso de pie, conmocionada.
Sentía horror de sí misma y un asco infinito. Miró desesperada a todos lados,
sin ver más allá de las cuatro paredes donde estaba encerrada.
-
¡Eh,señor! ¡Déjeme salir! ¡Estoy
preparada para escuchar casi el último cuento! ¡He hecho lo que me ordenó, he
elegido! ¡Déjeme salir!
Un punto – se oyó por el altavoz. Tiene un punto. Necesita tres
para salir de aquí. Tres puntos y estará en la calle, como si nada hubiera
pasado. Mientras tanto, permanezca sentada y procure divertirse con el juego.
Minea.
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