miércoles, 29 de enero de 2014

El juego. Minea.



Limítense a permanecer sentado y descansen: traten de divertirse con esto: Es el último cuento que van a escuchar (o leer) en su vida o casi el último. 

La puerta estaba cerrada con llave. Dana y Odile permanecían inmóviles en sus respectivas sillas, frente a un papel en blanco, con un lápiz en la mano. Las manos les temblaban y tenían los ojos llorosos. “Para mi familia… escribía Dana… mientras que Odile no atinaba a comenzar la carta. Ambas se cruzaban miradas furtivas, repletas  de miedo.


Limítense a escuchar las instrucciones – volvió a resonar el altavoz en la habitación – Ustedes tienen que elegir si el cuento que van a escuchar será el último o casi el último. Noten bien la diferencia entre estos dos hechos: significa que una de ustedes escuchará su último relato y morirá. Quien escuche casi su última historia, vivirá. Ambas deben de dejar su despedida firmada antes de comenzar a jugar..

Dana era una chiquilla que no llegaba a la veintena. No acertaba a comprender que hacía allí encerrada. Como mobiliario había dos mesas, dos sillas, dos cuadernos y tijeras. No sabía muy bien cómo había llegado hasta allí, perdió el conocimiento cuando recibió el golpe en la cabeza. Cuando se despertó, Odile estaba a su lado y daba la impresión, por la piel pálida y las ojeras en su rostro, que llevaba bastante tiempo sin ver la luz del sol.

-         Estoy helada –dijo Dana. Tengo frío y hambre.
-         Es así todos los días – respondió Odile. ¡Por quejarte no te vas a sentir mejor!
-         ¿Qué dices?, ¿Cuánto tiempo llevas aquí?.
-         He perdido la cuenta. Ni siquiera lo sé.
-         Pero, ¿cómo es posible que no sepas cuánto tiempo hace que estas encerrada?
-         Olvídate, él no quiere que lo sepamos…
-         ¿Él? Pero, ¿quién es él?, ¿qué quiere?
-         Sólo quiere que nos vengamos abajo.
-         Ah, no, no… ¡Pues eso no va a funcionar! ¿Me oye? Oiga, ¿me oye? – comenzó a gritar Dana en la habitación cerrada.
-         Sí funcionará. No nos da  comida ni agua, hasta que empezamos a pelearnos. 
-         ¿Y tú, como lo sabes?
-         Lo sé por que sólo una puede salir viva.
-         Pero, ¿qué dices? ¿estas loca?
-          ¡Vaya! Un imbécil nos encierra en una habitación con órdenes de que una de las dos muera, y la loca soy yo.
-         Tengo frío, y tengo sed – volvió a decir Dana mientras tiritaba.

Ambas se quedaron en silencio, mirándose la una a la otra, incapaces de entender aquella situación. La voz metálica volvió a resonar en el vacío. Hagan el favor de escribir una carta de despedida a sus familiares, o a sus amigos, o a quien quieran. El juego comienza. Tienen que elegir quien de las dos será la que escuché casi su último cuento.

Dana comenzó a llorar desconsoladamente. Odile la increpó.
-Mírala, quejándose, en vez de pensar en un plan.
- ¡Quiero salir de aquí! ¡Quiero salir de aquí!
- Sólo hay una forma de hacerlo – dijo Odile.
- ¡Eh, señor! ¡Venga aquí! ¡Seguro que podremos hablar! ¡Mi familia tiene mucho dinero!
- No te molestes. No va a venir.
- ¡Ay, dios!… pensó Dana mientras reparaba en las manos de Odile agarrando con fuerza las tijeras. Todo esto tiene muy mala pinta.  Estoy muerta.
- ¡Eh, cabrón…! Así que, ¿ sólo tengo que sacrificar a esta mujer y estaré a salvo?. ¡No se saldrá con la suya! ¡No moriremos ninguna de las dos! ¡Saldremos de aquí! ¡Nadie va a  matar a nadie!
- Nunca más verás a tu familia – dijo Odile amenazándole con el arma.
- ¿Y tú si? ¿Cómo lo sabes? ¿cómo sabes que te va a dejar salir de aquí? ¿cómo sabes que no es un psicópata  retorcido que le pone ver como se pelean dos mujeres?
- Me lo prometió, Dana. Me lo prometió. A la tercera, gano el juego. Tres puntos y estoy en la calle-
- ¿Qué? ¿Eso significa que ya has matado a dos personas? ¿Que yo seré la tercera?

-         Oh, dios mío, nunca más veré a mi familia, me moriré de hambre o atravesada por unas tijeras, nadie sabrá lo que me ha pasado… Mi madre se quedará sola… tengo que hacer algo , se está preparando para clavarme las tijeras… no, no, antes las cojo yo, no tengo elección, he de defenderme, quiero vivir… soy capaz, realmente soy capaz…vamos… Dana, adelante… hazlo!

Dana se lanzó contra Odile con tanta fuerza que esta cayó sobre el suelo. Una chilló y  la otra  la respondió gruñendo mientras Dana clavaba una y otra vez el arma en el cuello de Odile. Sintió la sangre deslizarse bajo sus uñas. Dana notó cómo se apagaba su vida. Los brazos con que intentaba defenderse, se posaron inertes en el suelo.
Después de un largo rato, Dana se puso de pie, conmocionada. Sentía horror de sí misma y un asco infinito. Miró desesperada a todos lados, sin ver más allá de las cuatro paredes donde estaba encerrada.

-         ¡Eh,señor! ¡Déjeme salir! ¡Estoy preparada para escuchar casi el último cuento! ¡He hecho lo que me ordenó, he elegido! ¡Déjeme salir!

Un punto – se oyó por el altavoz. Tiene un punto. Necesita tres para salir de aquí. Tres puntos y estará en la calle, como si nada hubiera pasado. Mientras tanto, permanezca sentada y procure divertirse con el juego.


Minea.


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