jueves, 6 de junio de 2013

El pelo de Mari Sue. Minea.



Aquel domingo, cuando despertaron a media mañana, Mary Sue estaba completamente calva. Frederic ahogó un grito de espanto cuando la vió y se quedó inmóvil, pálido, con la boca en forma de O. Cuando ella se llevó las manos a la cabeza, entró en una crisis de histeria, al comprobar que lo que le decía su marido era cierto, no le quedaba ni un solo pelo en la cabeza.

El médico sólo acertó a inyectarle un sedante pues no tenía ni idea de qué había podido suceder. El pelo estaba arrancado de tal forma, que Mary Sue no tenía ni una sola herida en el cuero cabelludo. Después de practicarle varios análisis y hacerle varias pruebas, determinaron que todo en ella estaba perfecto,
Después de aquel suceso, Frederic y Mari Sue no volvieron a invitar a sus amigos, como acostumbraban. Cada sábado por la noche se reunían en casa del matrimonio y charlaban, hasta bien entrada la noche, de magia y de vida más allá de la muerte. Últimamente habían jugado con la Guija e invocado a los espíritus. Tras unas cuantas sesiones fallidas, por fin, apareció una imagen en el espejo del salón principal.

-         Debe de ser una ilusión óptica – dijo Frederic – el más incrédulo de todos, que participa de las veladas esotéricas por agradar a su mujer - mientras intentaba tocar con las manos el rostro del hombre que aparecía en el espejo.
-         Pues parece un mago – le respondió Peter.
-         Que no, que no es un mago. Es un alquimista – dijo John.

Cuando se terminó la velada, la imagen desapareció. Al sábado siguiente, volvió a aparecer en el mismo lugar, a la misma hora. Y, a partir de entonces, ocurrió en tantas reuniones, que el mago, o el alquimista, o lo que fuera, pasó a formar parte de aquellas tertulias como si fuera uno más del grupo. A partir de la desgracia de Mary Sue, el fantasma no volvió a visitarlos.
Después de muchos años, Mary Sue recibió una carta sin remite, fechada en el día de su pèrdida. Presa del pánico, pues desde entonces había vivido y dormido con miedo, increpó a Frederic para que la abriera. Él, un tanto temeroso, lo hizo y comenzó a leer…

Mary Sue, no sé cuándo te llegará esta carta, pues en mi mundo el tiempo no pasa igual que en el tuyo. Te debo una disculpa. Debo explicarte lo que ocurrió para que llegues a comprender el  motivo por el que me encarné en vuestro mundo.
Te vi cepillarte el pelo decenas de veces, enfrente de mí. Tu melena era larga y negra. Se ondulaba sobre tus orejas y caía rizada por tus hombros. Una, dos, tres veces adelanté un dedo por el cristal, con la sola intención de darle vida. No sé en cual de ellas lo conseguí, pero desde ese momento, tu pelo comenzó a moverse libremente. Cuando dormías se extendía y reptaba por el suelo como una serpiente. Aprendió a trepar hasta el espejo y a traspasarle. Una vez que rodeó mi cuello, no hubo vuelta atrás. Me imploraba que le llevase conmigo. No podía hacer otra cosa, enamorado como estaba, que darme por vencido. Ahora, en las noches de invierno me arropa como si fuera una manta de angora y en verano se trenza para no darme calor. Dice que te de las gracias por los años que cuidaste de él y que, a veces, hecha de menos tu champú de flores…

Sin terminar de leer la carta, se miraron el uno al otro, sin decir una palabra. Una lágrima de Mary Sue cayó sobre el papel envejecido. Frederic la besó varias veces, como casi todas las mañanas, mientras  iba colocandole el pañuelo, cariñosamente, con sus manos.


1 comentario:

  1. Ahora creo que si, que ya he acortado todo lo que quería acortar y he dejado el texto más o menos bien. Ya me direis.

    Bs. Isa-

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